jueves, 7 de abril de 2011

Ignorance is bliss

Ignorance is bliss... o lo que viene a ser lo mismo: la ignorancia es una bendición.
Según van pasando los años y según voy envejeciendo, esta frase se va afianzando como una verdadera máxima, toda una filosofía vital, algo que no puede faltar en nuestro manual de supervivencia.
La ignorancia es una bendición en todos los ámbitos:


  •  Religioso: La fe no es otra cosa que una creencia ciega en algo intangible e inteligible. Algo que no se puede demostrar. En el maravilloso libro de Unamuno San Manuel Bueno, Mártir, se nos muestra a un cura que ha perdido su fe pero que, sin embargo, siendo consciente de su "desgracia personal", se aproxima a su congregación instándoles a que crean, a que tengan fe ciega en Dios y en la religión. "Dadle opio al pueblo, dejadles soñar".  ¿Acaso no hay mejor manera para amortiguar la caída que un buen calmante? ¿Qué mejor opción que elegir una fe ciega, una esperanza al fin y al cabo, un propósito en la tierra, sobre un sin sentido y una existencia caprichosa y contingente? Creyendo en un paraíso o infierno después de la muerte siempre será mejor que un futuro realmente incierto.
  • Laboral : ¿Cuántas veces hemos recibido el triple de trabajo por haber hecho alarde de nuestros conocimientos y efectividad? Si la respuesta es siempre, la cosa está clara: en el ámbito laboral no conviene hacerse notar en exceso, ya que pueden suceder dos cosas: tus superiores querrán maximizar tu talento y sabiduría cargándote con el doble de trabajo (y de paso, ahorrándose unos cuantos euros) o te intentarán anular a toda costa (no conviene que un subalterno sepa más que el jefe). Si alguien piensa que estoy equivocada, le invito a que me rete y me argumente su opinión debidamente.
  • Amoroso: Cuando comenzamos una relación, sobretodo en los primeros años (al menos yo), siempre planteamos la cuestión de la infidelidad como un todo o nada. Como "si me es infiel le dejo sin pensármelo dos veces". Pero según va pasando el tiempo vas relativizando la hipotética situación. Lo que en un principio era un punto inflexivo de no retorno va adquiriendo ciertos atenuantes (alcohol, distancia...) llegando a la conclusión de que quizá, al fin y al cabo, "ojos que no ven, corazón que no siente". Pero ojo, eso no quiero decir que comparta en absoluto una infidelidad reincidente. Pero quizá si sería capaz de perdonar una infidelidad puntual. Es más: casi preferiría que no me la confesaran. Total: ¿de qué serviría?
A todas estas ignorancias voluntarias se les podría añadir las familiares (mi hija es un bellezón, aunque la sociedad y la realidad me muestren lo contrario), la económica (me acabo de gastar 200 euros en un par de zapatos, ignorando el estado de mi cuenta bancaria) o incluso algunos optan por la ignorancia sanitaria (no voyal médico porque prefiero no saber lo que me pasa). Y como no: para ser feliz nada mejor que ignorar LA REALIDAD. :-)

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