Hace un año aproximadamente calló en mis manos un libro llamado 3 metros sobre el cielo, escrito por un tal Federico Moccia. De un día para otro empecé a escuchar este título hasta en la sopa: que si se iba a hacer una película, que si también se iba a hacer una película española. que si estaba siendo un fenómeno de ventas en multitud de países... pues bien, llena de curiosidad se lo pedí a mi hermana y empecé a leerlo. Pues bien, no exagero cuando digo que no llegué ni a la mitad del libro. Es que no pude. Tanto convencionalismo barato, diálogos demenciales de chica "pija" y chico "peligroso" y una brusca subida de azúcar hicieron que desistiera en el primer intento.
Hasta ahí bien, si no fuera porque en un súbito arrebato de masoquismo hoy he decidido ver la película homónima, interpretada por María Valverde (que hasta la fecha me parecía una buena actriz) y Mario Casas (ídolo de quinceañeras). Los primeros quince minutos ya deberían de darme una pista: esas carreras de motos, toda esa testosterona junta pero no revuelta, esos bíceps y triceps haciendo incontables flexiones, esas camisetas blancas a lo Brando blancas y ajustadas.... suficiente para darse cuenta de que la peli no va a ser un tratado metafísico. Hasta ahí la verdad es que no vi nada excesivamente raro (este tipo de escenas también tienen su público). Pero cuando nos vamos adentrando en ese mundo "atormentado" de Mario, y descubrimos que una de las razones por las cuáles sufre tanto es porque su señora madre se la pega a su padre con el vecino del quinto 15 años más joven es cuando te empiezas a inquietar, sobre todo cuando descubrimos que el alter ego de Mario, H (wow, qué diferencia con Martin), le ha dado ya una senda paliza al amante de su mamá y va camino de la segunda. H parece que sólo arregla los problemas a hostias, y eso parece que le "pone mazo" a la niña pija. Cuanto más la trata como una basura (incluso literalmente, echándola en un montículo de estiércol) ella más se enamora. El personaje de María Valverde es poco más que una mujer florero que sólo pega suspiritos por su macho encabronado cada vez que le llevan la contraria (es decir, siempre). Durante media peli me pasé pensando: María, ¿no te das cuenta de que cualquier día la hostia te la vas a llevar tú como sigas con ese energúmeno? H no duda en partirle la crisma tanto a un hombre de mediana edad que pasaba por ahí como al pijo de turno o a cualquiera de su pandilla que se le meta entre ceja y ceja. En ningún momento nadie cuestiona que quizá el chaval necesite ayuda psicológica. Es fuerza bruta. Pobrecito: al fin y al cabo su madre es una furcia que no cuida de su familia.
En definitiva: parece ser que nuevamente en Italia está surgiendo la vuelta a los valores clásicos (si clásico entendemos por la vuelta de la mujer a ser objeto y trofeo y el valorar a un hombre por su fuerza bruta). Lo más preocupante es que este libro en concreto no es un caso aislado. Este fin de semana se ha estrenado otra película basada en otro libro del señor Moccia. Me he leído la sinopsis de la peli y el libro (el original, por lo visto la peli es una secuela) y casi me caigo de espaldas. Viene a ser la fantasía de cualquier hombre en plena crisis de los 40. el liarse con una chica de 17. El trailer dice algo así como: "ellos quieren pasárselo bien y ellas buscan el amor".
Todo esto no dejaría de ser anecdótico si no fuera porque el presidente de Italia suele soltar perlitas como:
"Todos tenemos una parte homosexual, pero la mía es lesbiana"
"Un sondeo dice que el 33% de las jóvenes italianas sí se acostarían conmigo. El resto de las chicas contesta: ¿Otra vez?"
Desde mi posición de mera observadora que no vive en Italia, da la sensación de que una corriente machista se está apoderando tanto de la política (véase al insigne Berlusconi y a sus velinas como estandartes de este incipiente movimiento) como por desgracia de la cultura. Pero vamos, es sólo una sensación y espero equivocarme.
Desde mi posición de mera observadora que no vive en Italia, da la sensación de que una corriente machista se está apoderando tanto de la política (véase al insigne Berlusconi y a sus velinas como estandartes de este incipiente movimiento) como por desgracia de la cultura. Pero vamos, es sólo una sensación y espero equivocarme.
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