sábado, 26 de marzo de 2011

Reclamar o morir

En lo que va de semana, he puesto tres reclamaciones. No es que sea una persona excepcionalmente irritable, pero esta situación que estoy viviendo me está resultando realmente kafkiana, y sigue sin ser resuelta. Hace tres semanas mi ordenador murió. "Afortunadamente" como no es la primera vez que me pasa, esta vez me había curado en salud y tenía una extensión de garantía, así que me puse en contacto con la compañía aseguradora. Después de más  una semana, y después de más de una docena de llamadas a un 902 y cientos de incidencias anotadas por parte de los teleoperadores (o al menos eso me decían cada vez que llamaba protestando) finalmente se pone en contacto conmigo el servicio técnico diciendo que enviarán un mensajero un día a una hora concreta. Cuando por fin llega ese día, preparo mi comatoso ordenador en una cajita tal y como me indicó la señorita de la empresa informática, con la dirección debidamente escrita, correctamente empaquetado. Pasa una hora, dos, tres.... el margen de tiempo se ha acabado y el mensajero sigue sin dar señales de vida. Me pongo en contacto nuevamente con el servicio de mensajería (otro 902) y la persona que me atiende me dice que el mensajero ya ha pasado a recoger el paquete y que nadie le ha abierto la puerta. Le insisto en que en todo momento me he encontrado en mi domicilio y que en ningún momento han llamado a la puerta. Se me ocurre preguntar: bueno, antes de irse, ¿no podrían haberme llamado por teléfono para asegurarse de que no estaba en casa? Es que el mensajero no tiene móvil de empresa. ¿Es mi problema como clienta? Pues por los daños causados va a ser que sí, que es mi problema que su empresa sea roñosa. 
A todo esto yo ya de los nervios. Para más inri, el operador también me informa que no será posible concertar una nueva recogida hasta la semana siguiente (era viernes). En ese momento exploto, pero de impotencia, a lo que el operador responde con indiferencia, sin importarle que la situación que estoy viviendo sea demencial. EL mensajero en cuestión ni siquiera había dejado un papelito indicando que había estado en mi casa. Nada. Siendo viernes por la tarde... ¿no era plausible mi duda de que quizá hubiera decidido tomarse la tarde libre? Así que aquí sigo, con mi ordenador en coma, esperando que alguno de estos días el mensajero se digne a aparecer para llevárselo. Os seguiré informando, porque el hecho de que se lo lleven sigue sin garantizarme absolutamente nada. 
En definitiva: eso es sólo la punta del iceberg. En el pasado ya he batallado con bancos que se han tomado la libertad de cobrar un suplemento por mantenimiento de cuenta, cuando me habían jurado y perjurado que no lo harían; servicios de telecomunicaciones, agua, luz, gas... la lista es tan larga como servicios adquiramos. Y la sensación de impotencia que una sufre es directamente proporcional. Sinceramente este tipo de situaciones me desquicia y me indigna, porque lejos de que el cliente siempre tenga la razón parece que los servicios por los que pagamos una suma considerable (véase servicios de telefonía e Internet en concreto) los recibimos de forma condescendiente, como una especie de "favor". Pues no, me niego. Y lo que más irritable me resulta es la pasividad de la gente al aceptar estos pésimos servicios y trato. He llegado escuchar a gente decir: me parece lógico que un banco me cobre por mantenimiento de cuenta o de tarjeta de crédito ya que me están proporcionando un servicio. ¿Perdona? ¿Un servicio? ¿Y el hecho de que puedan hacer con tu dinero lo que les venga en gana, especulando, jugando en bolsa, no es ya de por sí suficiente pago? En fin....
Yo por mi parte, en la medida de lo posible, me estoy intentando distanciar de las principales empresas que hasta el momento controlaban el monopolio, ya sea bancario o el de telecomunicaciones. Al fin y al cabo todas me proporcionan un servicio nefasto, pero al menos gracias a la competencia al menos me rebajan un poco más las tarifas.

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