"Lo que tarda tanto en llegar es igual que si no hubiera llegado, peor incluso, porque el cumplimiento a destiempo de lo que tanto se deseó acaba teniendo un reverso de sarcasmo" Antonio Muñoz Molina
Aunque no siempre funciona, quisiera creer que la fórmula experiencia vital + años = evolución en la mayor parte de los casos funciona, a veces me encuentro en situaciones (más de las que realmente me gustaría reconocer) en las que la formulita se va al traste. En los últimos meses he seguido y diseccionado detenidamente un tema que por cercanía me llama mucho la atención. Lo cierto es que se podría considerar prosaico y cotidiano, pero ¿acaso nuestra trayectoria vital no está formada de pequeñas anécdotas entrelazadas? Escuchando a una amiga hablar sobre sus estrategias sobre cómo conocer/conseguir al hipotético hombre de sus sueños me deja anonadada y entretenida a partes iguales. Mi amiga en cuestión pasa ya de los treinta, y se puede decir que ya ha tenido una trayectoria lo suficientemente larga como para darse cuenta de que el cuento chino de los príncipes azules no es más que eso: un cuento chino. Sin embargo, cada vez que se cruza con un hombre del cuál por unos motivos u otros pudiera estar interesada a medio/largo plazo, en seguida se enfunda su traje de dama desvalida y con virtud intacta, a la espera de que ese caballero en cuestión, después de luchar con dragones y ogros, de ir y volver de las cruzadas y de paso de rescatar el Santo Grial sea merecedor de su virtud. Esta situación me divierte y me inquieta a partes iguales, y más si tenemos en cuenta de que estamos en el siglo XXI, y grandes mujeres del pasado siglo XX como Simon de Beauvoir, Doris Lessing o Germaine Greer ya hablaban de la libertad de elección de la mujer a la hora de poder expresarse libremente no sólo en el terreno intelectual, sino también en el terreno sexual. Leo a estas mujeres, sobre todo a Beauvoir y Lessing, que escriben en la primera mitad del s.XX y a la vez me doy de bruces con una situación muchísimo más conservadora en el 2011. Mi amiga le recomienda a su hermana: “por favor, cuando quedes con ese chico espera, no te lances a su cama. Hazme caso”. Y yo me pregunto: ¿esperar a qué? ¿Acaso todavía seguimos pensando que el único que debe disfrutar en la cama es el hombre? Si dos adultos consienten, se atraen y quieren acostarse juntos, ¿qué problema hay? ¿Es cierto que los hombres, a día de hoy, siguen “valorando” más a una mujer que “cuida” su flor, “se hace valer” como dirían nuestras abuelas? ¿O por el contrario es una idea conservadora que muchas mujeres siguen llevando arraigada como herencia familiar? En cualquier caso, a mi me parece (quizá la expresión resulte un tanto exagerada para algunos, pero es como lo siento) una especie de “ablación virtual”. Una mujer que actúa así en ningún momento está disfrutando de su propia sexualidad. No es consciente de que la mujer se lo puede pasar en la cama igual de bien que el hombre.
El caso es que mi amiga sigue con su vestido de princesa virtuosa, y siempre hace que el príncipe de turno espere y espere, hasta que el príncipe de turno acaba visitando otra torre que no está tan fortificada y deja a mi amiga en la almena ondeando su casto pañuelo. Y ante esta situación mi amiga siempre responde: no me merecía.
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