Escuchando la maravillosa canción de Fred Astaire de repente me he visto transportada a otra época donde los hombres siempre vestían de chaqué y las mujeres se ruborizaban con un simple piropo. Un tiempo en donde la vida era una gran pista de baile con suelos inmaculados en la que dos bailarines se deslizaban sonrientes y radiantes sin importarles nada. Cualquier historiador medianamente crítico en seguida me rebatiría diciendo que estas películas estaban rodeadas de ese halo de magia e irrealidad precisamente para transportar a los espectadores de la época a un mundo alejado de la cruda realidad que estaban viviendo en ese momento. Y lo cierto es que esas películas y canciones conmigo cumplen su función. Y es que cuando la realidad cotidiana se te hace cada día más insoportable, y te sientes asfixiada dentro de una sociedad que no acabas de comprender, es necesario tener unos minutos de calma para poder evadirte y soñar despierta.
El otro día vi la última película de Woody Allen: Midnight in Paris. Lo cierto es que llevaba bastante tiempo queriéndola ver y el otro día pasaba por un cine donde la ponían y no se me ocurrió mejor cosa que hacer en ese momento que entrar. Y este tipo de decisiones espontáneas hace que tu día pueda cambiar radicalmente. Y en mi caso lo hizo. La película me pareció una verdadera maravilla. Un gran homenaje a esa "Lost generation" de los años 20, ambientada en un Paris de ensueño y llena de personajes célebres como Hemingway, Fitzgerald, Dalí, Gertrude Stein o Luis Buñuel. Y a medida que iba viendo la película me pareció tan sumamente bella la propuesta que nos hacía el director... y es que, ¿realmente cualquier tiempo pasado fue mejor? Desde el minuto uno te invade una enorme nostalgia, y yo en concreto me sentí plenamente identificada con el protagonista: tener la impresión de haber nacido en el momento erróneo. Tener la sensación de que en otra época hubiera disfrutado más. En el caso del protagonista eran los años 20... en mi caso... siempre he sentido debilidad por los años 60, pero no los de España (qué época tan gris, tan de NoDo, por dios) sino los del mayo del 68 parisino o los del Swinging London. Desde bien jovencita fantaseaba con el haber vivido Woodstock o irme a manifestar enfrente de la Sorbona. En gran medida siempre me he sentido desubicada respecto a mis contemporáneos. Pero el final de la película de Allen hace que miremos las cosas desde una perspectiva diferente: ¿acaso los jóvenes de los años 20 o de los años 60 no se sentían exactamente de la misma forma? Si hubieran podido, ¿no hubieran preferido trasladarse a otra época de mayor esplendor cultural y social? Entonces, tras esa conclusión, salí con una enorme sonrisa en mis labios pensando que lo que ahora mismo me parece desasosiego y tristeza en un futuro, aunque ahora me parezca inconcebible, será envidiado y anhelado. Los jóvenes del 2065 quizá querrán vivir en el 2011. Y es que cuando miramos atrás distorsionamos e idealizamos tanto la realidad (quizá como un mecanismo de defensa) que todos los malos recuerdos se disuelven en los ríos del tiempo.
Muy bonita y poética entrada. Gracias por la recomendación de tu admirado Allen. Soy de los que piensa que el pasado siempre es mejor, porque no creo en el futuro, será. Espero algún día poder decir lo contrario.
ResponderEliminarFelíz verano, amiga.
Cuando seas un viejito venerable, al echar la vista atrás, verás que en efecto, cualquier pasado fue mejor. Pero qué paradoja, ese pasado es ahora mismo nuestro futuro. Feliz verano a ti tb. Ando medio disfrutándolo, aunque mis verdaderas vacaciones llegarán, llegarán. Un abrazo.
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