"Hay hombres que luchan un dia y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. " Bertold Brecht
En un lugar de una plaza de cuyo nombre no quiero acordarme deambulaba un veterano activista, curtido en las artes de la dialéctica y la lucha de base. Más de veinte años a sus espaldas avalaban su experiencia en la lucha obrera. Ínclito personaje que se dejaba caer en todas las asambleas de barrio y centros sociales okupados. Su presencia era requerida en cualquier tertulia underground que se jactara de ser exitosa. Una de sus tareas principales consistía en aleccionar a los nuevos cachorros del colectivo contra los males del capitalismo. No en vano él era una de las pocas personas del circuito que se había leído y había estudiado concienzuda y genuinamente (y no sólo lo simulaba, como muchos de sus compañeros y compañeras) todas y cada una de las obras de Engels y Marx, incluyendo su voluminoso El Capital. Como buen sofista dedicaba largas horas a preparar sus discursos y teorías. No en vano la forma en la que se transmitía sus enseñanzas debía de ser sumamente cuidada, ya que era primordial que estas ideas se quedaran plasmadas en las conciencias de los jóvenes militantes.
Pero eso eran otros tiempos. Ahora miraba atónito cómo la Plaza estaba llena de jóvenes entusiastas e idealistas, tal y como él mismo se consideraba a lo largo de toda su trayectoria vital. Observaba cómo estudiantes de apenas 20 años tenían una idea clara: estamos hartos de ser manipulados y queremos ser escuchados. No podía dar crédito a lo que estaba pasando. Él que desde su época universitaria siempre se había movilizado, organizando asambleas horizontales, okupando casas y creando centros sociales autogestionados junto con otros compañeros. Viviendo un desalojo tras otro y vuelta a empezar. Viendo pasar durante sus años de convivencia comunal a mil y un mangantes escondidos bajo una fachada reivindicativa. Recuperándose de cada decepción sufrida por parte de compañeros que se fueron alejando de la lucha por uno u otro motivo. ¿De qué le habían servido tantos años de estudio, de sufrimiento, de insumisión, de encontronazos con la policía? ¿Cómo era posible que unos mocosos, de un día para otro consiguieran lo que él llevaba anhelando durante más de veinte años? ¿Las redes sociales? ¿El contagio de las revoluciones en Egipto, Libia…? Una pandilla de niñatos declarados “apolíticos” que seguramente no sabrían ni quién era Marcuse, se decía así mismo en voz alta.
Es lo que tiene la vida. Cuando eres joven desprecias a los preparados por pedantes, al hacerte mayor desprecias a los jóvenes por ilusos y poco preparados. Al final, la unión es lo único admirable.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato. Saludos!!
Por cierto, la cita de Brecht... imprescindible!
Gracias Daviblio. En realidad, aparte del abismo que parece separar a jóvenes de no tan jóvenes lo que quería resaltar es la muerte de las ideologías y el maniqueísmo político que sufre este país. Parece que siempre hay que estar posicionándose en izquierdas o derechas, más allá de cuestionar el dogma ideológico o consensuarse ante un fin común. Miro con optimismo el "Sol" y cruzo los dedos para que finalmente superemos esa barrera y por fin seamos libres.
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