Estaba tranquilamente conversando en mi trabajo sobre mi experiencia en el campamento irlandés cuando una de mis compañeras me pregunta: ¿no te impresionó el hecho de tener que trabajar con niños con enfermedades serias? A lo cuál le contesté: lo cierto es que a los cinco minutos me olvidé de que esos niños estaban enfermos. Al fin y al cabo de eso se trataba: de que se sintieran niños normales en un ambiente normal sin ningún tipo de discriminación ni favoritismo por el simple hecho de estar enfermos. Entonces ella me miró con cara de absoluto pavor y me dijo: Ah claro. Tú no lo puedes entender porque no tienes hijos. En ese momento si hubiera sido un dibujo animado hubiera echado humo por las orejas. Realmente estoy muy cansada de que se me tase por mi función ovarial, y más cuando aún cuando esa tasadora es una mujer como yo, que me mira con una superioridad increíble por el simple hecho de haber parido. ¿Pero qué es esto? Sinceramente no entiendo a estas mujeres que de un día para otro se despiertan creyéndose supermamás y les va la vida en ello. Es muy loable que realicen su función con dignidad y con todo el amor del mundo. Pero por favor, ¡que nos dejen a las demás en paz! Siempre tratándonos con condescendencia: ayss, es que claro, tú tienes tanto tiempo libre... como diciéndome que mi tiempo no tiene ningún valor para la humanidad, ya que en vez de emplearlo en criar a un futuro abogado o ministro he decidido irme al cine. Una amiga mía siempre se está quejando de la presión social que sufre al haber tomado la decisión de no tener hijos. Decisión por otra parte más que respetable, y responsable: ¿para qué traer al mundo a un niño cuando no te apetece tenerlo? En mi caso esa decisión no está tomada, pero pasados los 30 el reloj biológico (bueno, en realidad ese reloj biológico se llama presión familiar por parte de abuelas, tíos, padres, etc) cada vez suena más fuerte. Y es en estos días, cuando una siente la presión inevitable del tiempo y es sabedora de que tiene que tomar una decisión que le afectará inevitablemente el resto de su vida (Ok, quizá me haya quedado un tanto catastrofista, pero en gran medida es verdad) es cuando más desearía ser un hombre como Papuchi o Anthony Quinn, que hasta el último momento de sus vidas fueron grandes engendradores.
Yo te entiendo, y no tengo hijos.
ResponderEliminarDescribes muy bien ese complejo de superioridad de la mama frente a la no-mama. La verdad es que tiene que ser una experiencia trascendental. Pero creo que detrás de esas palabras hay envidia, el no poder volver a esa situación de tener todo el tiempo para una. De ahí viene ese desprecio. Quisieran salir y todas las cosas que ya no pueden hacer a no ser que opten por el plan A de abuelos (endosar a los retoños para ellas poder "vivir").
Cuida ese arroz...
Gracias Daviblio por tu comentario. Independientemente del hecho de ser madre (que no niego que sea una experiencia extraordinaria e irrepetible) creo que cada vez la gente tiende más a arreglar la vida de los demás en vez de ocuparse de sus propios asuntos. Eso incluye el hacer comentarios de ese tipo, creyéndose infinitamente más dignos y superiores de quien los recibe. Pero vamos, es sólo mi opinión :-)
ResponderEliminarNo es de superioridad...es de inferioridad pura, jaja, te lo digo yo que tengo dos y no los cambiaría por nada del mundo y son la luz de mi vida y todo eso, sí, pero a veces me gustaría tanto que pudieran ponerse en stand by y salir de cañas y volver a las tantas o levantarme un sábado y pasarme el día en pijama porque me da la gana y no quiero hacer la comida... Y mira, estoy segura de que eso le pasa absolutamente a todo el mundo, no admitirlo no te hace mejor madre, desde luego.
ResponderEliminarUn saludo
Pues muchas gracias por admitirlo, Alma. Porque la verdad es que ese tipo de comentarios hacen que me sienta ciertamente mal. Bastantes trabas tenemos en otros ámbitos como para que también se nos ponga la zancadilla en este tema por tomar una decisión u otra. Mi máxima: Vive y deja vivir.
ResponderEliminar