domingo, 16 de octubre de 2011

Lo grotesco





"La vida, no la muerte, es la gran aventura". Sherwood Anderson

De vuelta a mi realidad cotidiana, una de las primeras cosas que he hecho ha sido empezar a leerme unos relatos de Sherwood Anderson dentro del libro Winesburg, Ohio. A pesar de que el título de su obra más conocida me era familiar debido a que siempre se encuentra en esos rankings que los anglosajones aman tanto, listas tipo "100 mejores libros contemporáneos en lengua inglesa", nunca hasta ahora me había decidido a leer nada suyo. Y cuál ha sido mi sorpresa, que ya en el primer relato escrito a modo de prólogo, El libro de lo grotesco, me encuentro con un relato cuya lucidez me embriaga y me estremece a partes iguales. Una revelación que se me antoja evidente pero a la vez dolorosa, porque corrobora lo que hace muchísimo tiempo llevaba sospechando: vivimos en un mundo de muertos en vida. Anderson en este primer relato nos advierte de todo lo que vendrá después a medida que vayamos navegando por las páginas de su libro: seres totalmente desubicados, solitarios, alienados, dentro de una pequeña sociedad que les asfixia, que poco a poco ha ido matando todos los sueños y anhelos de la juventud, y que hace que se perpetúen en una existencia que no tiene ninguna razón de ser. Todos esos seres son descritos por un viejo escritor en el primer relato como grotescos. Son seres que han perdido esa llama incandescente que brillaba con fuerza en sus años juveniles, pero que por diversas circunstancias se ha ido apagando hasta consumirse sin dejar huella. Como consecuencia de esa juventud y rebeldía perdida, cada grotesco se forja su propia verdad absoluta para poder vivir acorde a ella hasta el fin de sus días, evitando de esa forma cuestionar su propia existencia.

"(...)It was the truths that made the people grotesques. The old man had quite an elaborate theory concerning the matter. It was his notion that the moment one of the people took one of the truths to himself, called it his truth, and tried to live his life by it, he became a grotesque and the truth he embraced became a falsehood.
You can see for yourself how the old man, who had spent all of his life writing and was filled with words, would write hundreds of pages concerning this matter. The subject would become so big in his mind that he himself would be in danger of becoming a grotesque. He didn't, I suppose, for the same reason that he never published the book. It was the young thing inside him that saved the old man".
 


No me ha hecho falta viajar hasta principios de siglo al Middle West americano, ni siquiera he necesitado irme a Albania para darme cuenta de que hoy, más que nunca, los grotescos deambulan por las calles de nuestras ciudades, de nuestros barrios, de nuestro trabajo e incluso los hay precoces: desde nuestras escuelas. Estos grotescos van predicando sus verdades absolutas e imponiendo los criterios adquiridos durante su viaje vital con la esperanza de anestesiar a mentes inquietas o inconformistas porque realmente les temen, porque significan el recordatorio de una vida que pudo ser pero no fue. 

4 comentarios:

  1. Interesantísima la idea de Anderson. Certera y terrorífica.

    Un saludo de un grotesco sin verdad absoluta!

    ResponderEliminar
  2. ¡No se puede ser grotesco sin verdad absoluta! Es más, tú eres lo opuesto de grotesco, querido amigo.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. MI VERDAD ABSOLUTA: El resplandor de la mediocridad es renconfortante. Adentrarse más allá, asusta.

    ResponderEliminar
  4. Cierto Mediocre: El opio en todas sus vertientes reconforta y adormece, pero no deja de ser una realidad artificial. Por supuesto, todo el mundo tiene derecho a ese letargo autoimpuesto... ¡pero que no nos toquen las narices a los masoquistas! Un abrazo

    ResponderEliminar