"El mundo no es un lugar bueno ni bien organizado"
"Uno cobra conciencia de sí mismo en su relación con el prójimo, y por eso la relación con el prójimo es insoportable". Michel Houellebecq. Plataforma
Tras mi paso por Albania, mi segundo viaje no ha podido ser más antagónico: una semana en un "Todo Incluido" en la República Dominicana. Desde un primer momento sabía a lo que iba. No había engaños. Y sinceramente tampoco me apetecía ponerme a pensar en nada más que no fueran 7 días de sol, playa, comida y bebidas gratis. Parafraseando a Elisabeth, después de un "annus horribilis" me adjudiqué un merecido descanso.
Cuando se llega a uno de esos paraísos caribeños 24/7, lo primero que ves inevitablemente es esa diferencia jerárquica que a su vez va unida al concepto de raza. Pondría la mano en el fuego al decir que el director del hotel en cuestión era blanco como mínimo, sino encima europeo o americano. Y si encima llegas a salir del "ghetto" paradisíaco te puedes encontrar con otra realidad bastante opuesta a las vacaciones idílicas que tenías programadas. Pero seré franca: en mi miniperiplo fuera del resort, observando diversos pueblos de paso a otro destino de ensueño, no vi pobreza como tal (ojo, que no niego que la hubiera) sino humildad, que son dos conceptos diferentes. Pues bien, uno de mis acompañantes se quedó muy impresionado con esa sencillez, humildad, o pobreza (llámalo X) y desde ese mismo instante le urgió la necesidad imperante de empezar a repartir propinas por doquier a cualquiera que se lo pidiera. En un momento dado tal era su afán altruista y santurrón que empezó a criticar la actitud pasiva del resto del grupo. Como me acabó tocando la moral, le contesté algo así como: "yo no necesito pagar por un lavado de conciencia express". Y es que yo lo veo así. Quizá mi postura sea excesivamente cómoda, egoísta, individualista o incluso imperialista. Pero... ¿realmente 10 dólares van a solucionar algo? No le quito mérito a la gente que hinca las rodillas sobre la tierra baldía, ayudando mano a mano a una población desnutrida presa de numerosas guerras civiles. Esa gente anónima que lo deja todo porque cree que verdaderamente puede poner su grano de arena para hacer de este mundo algo un poquito mejor. Pero personalmente no me gusta este sector de la sociedad de solidarios part-time, que sólo de vez en cuando, cuando está de moda, cuando lo nombran en las noticias, o cuando la realidad te explota en la cara es cuando mueven un dedo para luego proclamarse herederos de Ghandi. Me parece más congruente el aceptar que vivimos en una sociedad capitalista mal que nos pese, y que si no fuera así, probablemente gente de clase obrera occidental no podría permitirse un viaje T/I al Caribe. Esa es la realidad. Si tan injusta es la situación... ¿por qué nadie quiere pagar el doble de lo que cuesta el viaje para fomentar un comercio justo?
Curiosamente mientras estaba en Punta Cana cayó en mis manos la última novela de Houllebecq, autor que admiro profundamente. Eso hizo que recordara que este escritor, adorado y denostado a partes iguales, escribió otra novela titulada Plataforma, cuyo argumento versa sobre, entre otras cosas, el turismo sexual en Tailandia, de la clase media alta occidental y su ansia por conocer lo virgen, lo inexplorado, sin darse cuenta de que ya no queda nada inexplorado. Trata sobre esa supremacía moral del hombre blanco sobre el resto de las civilizaciones y ese afán por "Macdonalizar" todo para mayor comodidad de los usuarios. Entonces me di cuenta de que me hallaba ante un dilema Houllebecquiano: ¿Debería de seguir con mi actitud pasiva y derrotista sobre la realidad que tenía ante mi o debería de ser parte de esa sociedad progresista, solidaria y altruista que compra de vez en cuando café en tiendas de comercio justo a la vez que camina con sus pantalones Diesel de 100 pavos lavados a la piedra a consta de diversas intoxicaciones orientales. Me temo que una vez más opté por lo primero.
Cuando se llega a uno de esos paraísos caribeños 24/7, lo primero que ves inevitablemente es esa diferencia jerárquica que a su vez va unida al concepto de raza. Pondría la mano en el fuego al decir que el director del hotel en cuestión era blanco como mínimo, sino encima europeo o americano. Y si encima llegas a salir del "ghetto" paradisíaco te puedes encontrar con otra realidad bastante opuesta a las vacaciones idílicas que tenías programadas. Pero seré franca: en mi miniperiplo fuera del resort, observando diversos pueblos de paso a otro destino de ensueño, no vi pobreza como tal (ojo, que no niego que la hubiera) sino humildad, que son dos conceptos diferentes. Pues bien, uno de mis acompañantes se quedó muy impresionado con esa sencillez, humildad, o pobreza (llámalo X) y desde ese mismo instante le urgió la necesidad imperante de empezar a repartir propinas por doquier a cualquiera que se lo pidiera. En un momento dado tal era su afán altruista y santurrón que empezó a criticar la actitud pasiva del resto del grupo. Como me acabó tocando la moral, le contesté algo así como: "yo no necesito pagar por un lavado de conciencia express". Y es que yo lo veo así. Quizá mi postura sea excesivamente cómoda, egoísta, individualista o incluso imperialista. Pero... ¿realmente 10 dólares van a solucionar algo? No le quito mérito a la gente que hinca las rodillas sobre la tierra baldía, ayudando mano a mano a una población desnutrida presa de numerosas guerras civiles. Esa gente anónima que lo deja todo porque cree que verdaderamente puede poner su grano de arena para hacer de este mundo algo un poquito mejor. Pero personalmente no me gusta este sector de la sociedad de solidarios part-time, que sólo de vez en cuando, cuando está de moda, cuando lo nombran en las noticias, o cuando la realidad te explota en la cara es cuando mueven un dedo para luego proclamarse herederos de Ghandi. Me parece más congruente el aceptar que vivimos en una sociedad capitalista mal que nos pese, y que si no fuera así, probablemente gente de clase obrera occidental no podría permitirse un viaje T/I al Caribe. Esa es la realidad. Si tan injusta es la situación... ¿por qué nadie quiere pagar el doble de lo que cuesta el viaje para fomentar un comercio justo?
Curiosamente mientras estaba en Punta Cana cayó en mis manos la última novela de Houllebecq, autor que admiro profundamente. Eso hizo que recordara que este escritor, adorado y denostado a partes iguales, escribió otra novela titulada Plataforma, cuyo argumento versa sobre, entre otras cosas, el turismo sexual en Tailandia, de la clase media alta occidental y su ansia por conocer lo virgen, lo inexplorado, sin darse cuenta de que ya no queda nada inexplorado. Trata sobre esa supremacía moral del hombre blanco sobre el resto de las civilizaciones y ese afán por "Macdonalizar" todo para mayor comodidad de los usuarios. Entonces me di cuenta de que me hallaba ante un dilema Houllebecquiano: ¿Debería de seguir con mi actitud pasiva y derrotista sobre la realidad que tenía ante mi o debería de ser parte de esa sociedad progresista, solidaria y altruista que compra de vez en cuando café en tiendas de comercio justo a la vez que camina con sus pantalones Diesel de 100 pavos lavados a la piedra a consta de diversas intoxicaciones orientales. Me temo que una vez más opté por lo primero.