"Siempre he creído en la bondad de los extraños". Un tranvía llamado Deseo
A veces, no con mucha frecuencia hay que decir, todos los planetas se alinean de forma que surge una súbita muestra de bondad por parte de perfectos desconocidos de una forma totalmente altruista y desinteresada. A veces, un completo extraño te tiende la mano sin esperar nada a cambio. Su ofrecimiento no está sujeto a ninguna agenda oculta, a diferencia de tu primo, por ejemplo, que no para de ponerte excusas cada vez que le pides que te eche una mano con el ordenador, o de esa ex compañera de clase que se pone a silbar cada vez que le preguntas si habría alguna posibilidad de conseguir una entrevista en su empresa, porque en el fondo de alguna forma se siente amenazada por tu candidatura. Ambas situaciones tienen algo en común: debido a los vínculos, ya sean afectivos, sanguíneos o amistosos, se sienten obligados. Todos sin excepción nos hemos encontrado alguna vez a ambos lados del espejo. Incluso muchas veces una acción que a priori resultaría solidaria, esconde intereses ocultos, ya sea la propia redención de uno mismo o una limpieza de conciencia con resultados tan inmaculados que ni el mejor detergente podría conseguir. Por eso, cuando los astros se conjugan para que presenciemos un acto de bondad por parte de un perfecto extraño hay que mantener los ojos bien abiertos y disfrutar del momento, ya que nuestra sonrisa y fe en la humanidad se incrementará con creces. A veces parece que esos momentos tienen la frecuencia del cometa Haley. Pero tener el privilegio de ser partícipe y sentirnos Blanche Dubois por un día en un perfecto mundo de belle sureña donde no existe la maldad es impagable.